Critica de Fermín Févre
Lo Lúdico Mágico
Arturo Sierra nace en la provincia de San Juan situada en el centro oeste de la República Argentina – su provincia es semidesértica, de vientos muy cálidos y donde la lluvia es una promesa que casi nunca llega. En los días de viento el cielo se carga de polvo, creando una atmósfera espesa, plomiza, con extraños resplandores flotantes, dejando suspendido un velo misterioso por delante del impiadoso sol.
El paisaje que circunda la ciudad es una llanura vacía, despoblada, cargada de un penetrante silencio y una quietud que todo lo inunda, que ofrece al espectador una experiencia metafísica, casi sobrenatural, donde el sentimiento de que el mundo es un lugar mágico y hasta místico se experimenta casi de inmediato. Se percibe que las fuerzas de la naturaleza son entidades con vida propia que actúan en forma independiente y cuyos propósitos son un perpetuo misterio para el ser humano. La luz, la atmósfera, el vacío, el silencio, son los personajes velados pero principales.
En este contexto se desarrolla la obra de este Artista, que domina la técnica del óleo con espátula logrando gran manejo y expresividad – esto da a su obra una carga de materia y de texturas muy poco vista y su manejo del color es una verdadera alquimia de luz.
Dentro del Arte Latinoamericano su obra se inserta dentro de la llamada Nueva Escuela Sanjuanina, caracterizada por el uso del óleo con espátula, los empastes de materia gruesa, los raspados de capas sobre capas de color, creando veladuras y texturas cromáticas imposibles de realizar con pincel. Esta Escuela se caracteriza también por su paleta de tierras, pardos y grises, propios de la Geografía Sanjuanina, y el planteo del espacio desarrolla grandes vacíos y muy pocos elementos, en consonancia con la Transvanguardia Italiana. Las vistas suelen ser aéreas y lo sobrecogedor del espacio es un tema en sí mismo.
Los espacios de Arturo Sierra, muy escenográficos, se resuelven con horizonte neto que separa cielo y tierra, haciendo abstracción de lo anecdótico; horizontes que suelen adquirir una extraña curvatura, casi de vista de astronautas, tal vez expresando, junto con sus agujeros con galaxias, una conciencia cósmica que trasciende los límites de lo cotidiano. Su poética parte de un mundo sereno, de personajes contemplativos, se diría inmóviles y silenciosos, en ese tiempo suspendido y eternizado.
Su temática, reiterada hasta la obsesión son las escaleras larguísimas apoyadas en nubes, y sus barquitos a pequeña escala, en una gran planicie vacía, donde aparece un sub-espacio: se trata de un mantel tendido que se descuelga desde el horizonte, haciendo que el conjunto de sus elementos se articulen en una extraña mezcla de paisaje y naturaleza muerta. Ese mantel y esas escaleras son una metáfora de un mundo mágico donde el “Cielo está Servido” a la manera de un manjar listo para ser saboreado.
Su simbología sugiere la posibilidad siempre abierta del ser humano de elevarse por sobre sus circunstancias, de trascenderse, de redimirse y de evolucionar; y sus barquitos y espacios lúdicos nos recuerdan la posibilidad de recuperar la inocencia original, el paraíso perdido, que todo ser humano añora reconquistar.
Su pintura tiene la transparencia de los sueños, porque ¿qué es el mundo sino el despertar de un sueño en la mente de su creador?
Aprender a mirar es aprender a reconocernos en el misterio, y frente a un mundo saturado de obviedades como es nuestro mundo, se nos hace tan valiosa la experiencia mágica-metafísica que nos ofrece la pintura de Sierra, que nos permite caminar por el filo de lo indescifrable, y desde su silencio, escuchar el recóndito lenguaje de las cosas, en su onírica sintaxis que nos invita a descifrar su significado hermetico.
El gran arte es una mezcla de necesidad e intemporalidad, y al mismo tiempo una mirada cargada de añoranzas, una mirada nostálgica a ese niño que un día fuimos.
Las obras de Sierra nos introducen en la dialéctica existente entre un tiempo concebido como presente y el tiempo concebido como una eternidad. Ese paisaje estático que alude a una mirada metafísica sobre el ser y sus circunstancias existenciales, rozando el universo simbólico, arquetípico.
Gigantes tajadas de sandía navegan cual galeones en ondulantes manteles; esbeltos surtidores alimentan con sus gotas diminutos charcos donde navegan pequeños barcos de papel o naufragan transatlánticos; un faro marítimo vigila extraviado, al pie de los cerros y misteriosos bosques geométricos afloran por ranuras de buzón desde las planicies vacías. Su poética es poderosa y simple, tan pregnante que ya tiene sus “seguidores”, pero su esencia es inaprensible, es el silencio contemplativo frente a lo mágico, al ser oculto de las cosas.
Sierra, en su poética mágica utiliza un recurso extraído de sus recuerdos de infancia. Es un segundo subespacio a modo de cartelón virtual que aparece desde una boca de buzón y se yergue vertical generando un “cuadro dentro del cuadro”, espacio inverosímil donde lo mágico se da lugar, generando una dialéctica de ambigüedades, discontinuidades, reflejos, repeticiones y ambivalencias al modo de los espejos y laberintos Borgianos y de las lecturas múltiples de “Rayuela” de Cortázar. Dentro de ese “ otro espacio” todo es posible, hasta la utilización de lenguajes plásticos diferentes y paletas diferentes al de la obra principal, donde lo grande puede convivir con lo pequeño, lo barroco con los vacios, y la inocencia de lo lúdico con los empastes densos de materia.
Podríamos tomar las palabras de Gastón Bachelard de su obra”La poética del espacio”:
La inmensidad intima:
“La inmensidad es , podría decirse, una categoría filosófica del ensueño. Sin duda, el ensueño se nutre de diversos espectáculos, pero por una especie de inclinación innata, contempla la grandeza, y la contemplación de la grandeza determina una actitud tan especial, un estado del alma tan particular, que el ensueño pone al soñador fuera del mundo próximo; ante un mundo que lleva el signo del infinito. Por el simple recuerdo, lejos de las inmensidades del mar y la llanura, podemos, en meditación, renovar en nosotros mismos la resonancia de esta contemplación de la grandeza. La inmensidad esta en nosotros. Esta adherida a una especie de expansión del ser que la vida reprime, que la prudencia detiene, pero que continua en la soledad . En cuanto estamos inmóviles estamos en otra parte; soñamos en un mundo inmenso. La inmensidad es el movimiento del hombre inmóvil. La inmensidad es uno de los caracteres dinámicos del ensueño tranquilo.
Se siente que el poeta ha apaciguado toda ansiedad, la paz del bosque es para el la paz del alma. El bosque; la llanura; el desierto es un estado del alma un estado de inmensidad y de silencio”. Sierra crea así una visión poética, una estética propia. El clima de sus pinturas tiene un nexo con el arte metafísico y su dimensión espiritual, en la que el sentido oculto de las esencias posee esa condición inalcanzable y misteriosa.
Heidegguer decía que la mayor expresividad esta en el silencio. Llegar a esas cimas del silencio puede ser un objetivo preciado para el artista verdadero.